No hay nada ahí fuera
Intento expresar en este haiku que las cosas y los acontecimientos
que hay en nuestras vidas no son de por sí buenos o malos, somos
nosotros quienes les conferimos ese carácter por medio de nuestros
pensamientos. En este sentido, tal como dijo Buda, somos nosotros
quienes creamos el mundo. Por ese motivo, un mismo hecho o
acontecimiento puede tener significados completamente distintos y
hasta opuestos para dos personas; así como para una sola a lo largo del tiempo. También por ese motivo dijo
Jesús: "Allí donde está tu corazón está tu
tesoro". Es así como aquello a lo que
damos más valor llega a ser lo más importante en nuestra vida,
aquello sin lo cual se nos hará difícil o casi imposible vivir.
Por eso debemos ser conscientes de que al dar valor a las cosas
ponemos nuestra vida en ellas. Esto conlleva el peligro de que al perder lo que más valoramos perdamos también lo que nos anima a vivir. Para evitar que esto
ocurra solo hay un medio: valorar por encima de todo aquello que no
puede desaparecer, aquello que no podemos perder. Ello no implica que dejemos de valorar lo demás, pero sí que es bueno
poner un orden, establecer una prioridad para cada cosa. Y hay una, sólo una, en la que todo tiene su fundamento y razón de ser, siendo además permanente e
inmutable. Si queremos ser felices esa única cosa ha de ocupar el
primer lugar en nuestro corazón y el resto debe quedar en
segundo lugar. Esta es la única forma de ser feliz sin estar
expuesto a que esa felicidad desaparezca. Este conocimiento es tan
antiguo como el hombre, pero por algún motivo lo hemos olvidado y
ahora tenemos necesidad de recordarlo.
Por otra parte, creo de verdad que cada uno de nosotros es un
pensamiento en la mente de Dios. Si por un solo instante Él dejase
de pensar en nosotros nuestra existencia acabaría en ese mismo momento. Pero puesto que Él es inmutable también lo son sus
pensamientos; así, ese lugar que ocupa cada uno de nosotros en
su mente es únicamente nuestro y lo será eternamente. Entonces, que
dejemos de ver a alguien no quiere decir que haya desaparecido, sigue
estando en la mente de Dios. Yo no soy mi cuerpo, tampoco soy mis
pensamientos, soy más que todo eso y nunca dejaré de serlo. Ese ser
verdadero está conmigo, siempre ha estado y siempre estará, pero yo
lo he ocultado con mis pensamientos. Por eso es bueno practicar la
meditación; estar sin pensamientos y contemplar el centro en el
cual reside nuestro ser es volver al origen, regresar al Padre en
cuya mente todos existimos.