martes, 10 de enero de 2017

Crear el mundo

No hay nada ahí fuera
Miro y las cosas son
Yo les doy el ser


Intento expresar en este haiku que las cosas y los acontecimientos que hay en nuestras vidas no son de por sí buenos o malos, somos nosotros quienes les conferimos ese carácter por medio de nuestros pensamientos. En este sentido, tal como dijo Buda, somos nosotros quienes creamos el mundo. Por ese motivo, un mismo hecho o acontecimiento puede tener significados completamente distintos y hasta opuestos para dos personas; así como para una sola a lo largo del tiempo. También por ese motivo dijo Jesús: "Allí donde está tu corazón está tu tesoro". Es así como aquello a lo que damos más valor llega a ser lo más importante en nuestra vida, aquello sin lo cual se nos hará difícil o casi imposible vivir. Por eso debemos ser conscientes de que al dar valor a las cosas ponemos nuestra vida en ellas. Esto conlleva el peligro de que al perder lo que más valoramos perdamos también lo que nos anima a vivir. Para evitar que esto ocurra solo hay un medio: valorar por encima de todo aquello que no puede desaparecer, aquello que no podemos perder. Ello no implica que dejemos de valorar lo demás, pero sí que es bueno poner un orden, establecer una prioridad para cada cosa. Y hay una, sólo una, en la que todo tiene su fundamento y razón de ser, siendo además permanente e inmutable. Si queremos ser felices esa única cosa ha de ocupar el primer lugar en nuestro corazón y el resto debe quedar en segundo lugar. Esta es la única forma de ser feliz sin estar expuesto a que esa felicidad desaparezca. Este conocimiento es tan antiguo como el hombre, pero por algún motivo lo hemos olvidado y ahora tenemos necesidad de recordarlo. 

Por otra parte, creo de verdad que cada uno de nosotros es un pensamiento en la mente de Dios. Si por un solo instante Él dejase de pensar en nosotros nuestra existencia acabaría en ese mismo momento. Pero puesto que Él es inmutable también lo son sus pensamientos; así, ese lugar que ocupa cada uno de nosotros en su mente es únicamente nuestro y lo será eternamente. Entonces, que dejemos de ver a alguien no quiere decir que haya desaparecido, sigue estando en la mente de Dios. Yo no soy mi cuerpo, tampoco soy mis pensamientos, soy más que todo eso y nunca dejaré de serlo. Ese ser verdadero está conmigo, siempre ha estado y siempre estará, pero yo lo he ocultado con mis pensamientos. Por eso es bueno practicar la meditación; estar sin pensamientos y contemplar el centro en el cual reside nuestro ser es volver al origen, regresar al Padre en cuya mente todos existimos.

¿Qué es la Verdad?

Desde un lejano patio de Oriente aún resuena esa pregunta: “¿Qué es la verdad?”. Y aquel a quien había sido dirigida guardó silencio.

“La Verdad no puede ser explicada, tan sólo puede ser indicada”, ha dicho Ramana Maharshi. Tal vez de ahí el silencio de Jesús ante uno que no era un buscador de la Verdad. Pero para aquellos que sí son sus buscadores hay muchas indicaciones que dar. La Verdad no requiere explicaciones porque se explica por Sí misma; las explicaciones sólo son necesarias cuando la Verdad ha sido olvidada, como es el caso en este tiempo, pero de su recuerdo depende nuestra Paz, porque es imposible tenerla sin ella. La Verdad no es complicada, es de una sencillez y simplicidad difíciles de imaginar; lo complicado es aquello que hemos querido poner en su lugar. La Verdad es Una porque no hay dualidad en ella; es Total porque abarca la totalidad. La Verdad no pertenece a nadie ni nadie puede apropiársela, pues sólo se pertenece a Sí Misma. El que creamos o no en Ella en nada la menoscaba ni acrecienta, pues es anterior al tiempo y no puede cambiar. Siempre ha estado ahí, permanente e inmutable; tan sólo se ha ocultado porque hemos querido poner otra cosa en su lugar. Esa fue nuestra voluntad y la Verdad la respetó porque nunca se impone con violencia, sólo se manifiesta cuando es aceptada libre y conscientemente. De ella provienen la Paz y la Sabiduría, el Bien y la Justicia, la Belleza y la Perfección; la Vida y su plenitud, que es la Felicidad.