Dicen que la hora más oscura es
la que precede al alba. Pudiera ser que ahora nos encontrásemos en un momento
semejante a ese. Y es que esta hora que vivimos es realmente oscura. Los
hombres han olvidado lo que importa y en su mayoría carecen de un centro que les permita situar en el lugar correcto
todo lo que pertenece a la periferia. Han olvidado que el pecado existe porque ellos lo inventaron y por tanto parecen ignorar que consiste en tomar la parte por el todo;
de tal forma que piensan que el hombre es el todo y esto les ha conducido a
atribuirse un lugar que no les corresponde. Es por eso que tratan a la Madre
Tierra como si fuese un objeto de su propiedad; la utilizan como mercancía que
puede comprarse y venderse; y lo mismo hacen con todos los seres que la
habitan, incluso con sus propios hermanos.
Pero en medio de la oscuridad, allá
lejos, en el horizonte, ya se adivina el alba, y en algún lugar el mirlo entona su canto anunciando
el amanecer de un nuevo día. El día y la noche forman parte de la realidad que vivimos. Ambos son necesarios y uno no puede ser sin el otro, por eso es bueno dar gracias por ambos y no olvidar nunca que tras la noche viene el día.