viernes, 10 de abril de 2015

Las Posibilidades



Puesto que el Ser es Uno, todo cuando existe es su manifestación. La multiplicidad que podemos ver en la existencia es consecuencia de las ilimitadas posibilidades de manifestación del Ser; y esta no limitación proviene de su cualidad de infinito; cualidad que sólo a Él puede ser atribuida. Las posibilidades pueden encontrarse en estado manifiesto o en estado no manifiesto; es decir, pueden haber alcanzado el plano de la existencia o pueden permanecer  en un plano previo a la existencia y por tanto no manifiesto. En el estado no manifiesto las posibilidades están en la mente del Ser, por decirlo así, y permanecen ahí en tanto Él no decrete su existencia. En ese estado el paso a la existencia no es una necesidad, sino tan sólo una posibilidad cuya realización depende exclusivamente de la voluntad del Ser. Ahora bien, cuando la posibilidad, por la voluntad del Ser, pasa de la no manifestación a la manifestación, su existencia, por esa misma voluntad, se convierte en necesaria. Todo cuanto existe ha sido previamente posibilidad en la mente del Ser, aunque esta expresión, "previamente", no implica que la posibilidad esté inmersa en el tiempo, dimensión que es inherente al estado de manifestación que conocemos, pero que no tiene que encontrarse necesariamente en toda manifestación. Todo cuanto puede ser imaginado por los que poseemos esa facultad es también posibilidad, pero no puede alcanzar la existencia más que por la voluntad del Ser, salvo que Él atribuya a los seres existentes la facultad de traer a la existencia nuevas posibilidades, pero esto no cambia el hecho de que sólo a Él pertenece esa facultad.



Cada uno de nosotros es una posibilidad manifiesta, y por tanto transmutada de posibilidad en necesidad por la voluntad del Ser. La forma y apariencia de nuestro cuerpo y las facultades y capacidades que lo acompañan son la manifestación de lo que previamente fue una posibilidad, pero alcanzada la existencia son ya necesidad por voluntad del Ser. Es posible que no estemos contentos o conformes con nosotros mismos, y que apreciemos en otros cualidades o formas que desearíamos poseer, pero en cuanto cada uno de nosotros es una manifestación producto de la voluntad del Ser, desear que esa manifestación sea diferente a como es no tiene sentido más que en el ámbito del querer, de nuestro propio querer, el cual, por otra parte, está siempre limitado y condicionado por el alcance de nuestro conocimiento. Si este conocimiento fuese suficiente deberíamos aceptar que cada posibilidad manifiesta es por esto mismo necesaria. Sin embargo, no por ello puede negarse que la no limitación de las posibilidades conlleva que muchas de ellas resulten dolorosas para quien, habiendo recibido el entendimiento se encuentra limitado y como preso en los estrechos márgenes de la posibilidad cuya manifestación le ha traído a la existencia. Esta no conformidad es una opción que tan sólo se presenta ante el ser humano; o al menos cabe decir que es así en el nivel de manifestación que conocemos. Por otra parte, hay que considerar que los seres manifestados están sometidos a las leyes que rigen el plano de existencia en el que se encuentran;  leyes que en nuestro caso son fundamentalmente las derivadas de la condición espacio-temporal de nuestra existencia. De aquí los accidentes de todo tipo que pueden sobrevenirnos y cuyas consecuencias pueden modificar sustancialmente los márgenes y límites de nuestras vidas. Hay que considerar también las opciones ante las que nos encontramos en el vivir. A veces son numerosas, a veces mucho más limitadas, pero en cualquier caso, prácticamente siempre nos es dado elegir más de una opción. A estas opciones podríamos llamarlas “modos de estar”. Puede ocurrir que tras haber elegido entre varias opciones o modos de estar, nuestra vida discurra por unos márgenes que no nos satisfagan y  sintamos que hubiese sido preferible otra opción distinta a aquella que elegimos. Si ya no nos es posible cambiar la opción elegida es casi seguro que nos sobrevendrá el dolor, al igual que ocurrirá si estamos disconformes con las condiciones recibidas al principio de nuestra existencia. Lo mismo puede suceder si los márgenes de nuestra vida se ven estrechados por algún accidente de aquellos a los que antes hicimos referencia, aun cuando nuestra voluntad no haya tenido nada que ver en ello. En cualquier caso, parece cierto que el dolor es siempre producto de nuestro querer, de nuestra voluntad, la cual desea otra cosa distinta de aquella que ha tenido lugar, y el hecho de no poder ver satisfecho ese deseo produce dolor. Éste aparece porque no podemos cambiar aquello que desearíamos fuese distinto. Ante eso parece claro que la única posibilidad de evitar el dolor es la aceptación de lo que somos y de lo que acontece en nuestra vida, sea por nuestra causa o por causas que no sean consecuencias de nuestros actos. Pero la aceptación no es posible si no hay sumisión a la voluntad del Ser; sumisión que se hace muy difícil si no hay conocimiento. Ahora bien, ¿es la ausencia de dolor lo mismo que la felicidad? Indudablemente no, ya que la felicidad es algo positivo y por lo tanto su definición no puede ser negativa. La ausencia de dolor es más propia de todo aquello que no posee conciencia. Podemos afirmar que una piedra no padece dolor, pero esto no nos autoriza a afirmar que es feliz. La felicidad, al consistir en algo positivo es propia de los seres conscientes y ha de consistir para ellos en la presencia de cualidades positivas y no en la ausencia de dolor. La felicidad perfecta sólo es posible para el Ser;  en tanto que para los demás seres sólo puede consistir en participar de esa felicidad. La felicidad es, pues, propia del Ser, pero puede ser compartida por aquellos que tienen conciencia, los cuales manifiestan esa conciencia por medio de la sumisión al Ser. ¿Cómo puede aplicarse esto en nuestras vidas? Yo diría que por medio de tres palabras, las cuales representan un modo de ser y de estar en la vida que hemos recibido. Estas tres palabras son: Aceptación, Oración y Agradecimiento. Aceptación porque todo proviene de la voluntad del Ser; Agradecimiento porque a Él le es debido y Oración porque no es posible dar sentido a las otras dos palabras sin ella.