lunes, 12 de enero de 2015

Dolor y sufrimiento



Hay una frase que se atribuye a Siddartha Gautama, el Buda, en la que he meditado mucho desde que la oí por primera vez.  La frase es esta:

El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es una elección

Intuitivamente se asume como una verdad, pero lógicamente resulta difícil de entender, pues ¿quién elegiría el sufrimiento si verdaderamente le es dado elegir? A lo largo de la vida y desde el mismo momento del nacimiento todos experimentamos dolor. Este se presenta como dolor físico o moral, con todas las variantes que tienen cabida en el uno y en el otro. Pero ¿cuándo y de qué modo se convierte el dolor en sufrimiento? La diferencia entre uno y otro puede atribuirse a la temporalidad y a la intensidad pero, según la frase de Buda, la diferencia radica sobre todo en el origen, pues el dolor tiene un origen externo a quien lo padece, mientras que el sufrimiento procede de aquel mismo que lo experimenta. En esa misma línea de razonamiento, también podría decirse que el dolor es un padecimiento objetivo, mientras que el sufrimiento lo es subjetivo. Indudablemente siempre hay un sujeto que experimenta el dolor o el sufrimiento, pero el dolor tiene una causa objetiva, es decir, que radica en un suceso o circunstancia real, mientras que el sufrimiento tiene una causa subjetiva, es decir, que radica en la percepción, los pensamientos y los sentimientos de quien lo experimenta, aun cuando tras el sufrimiento haya un dolor cuya causa sí sea objetiva. Cuando sufro una pérdida, ya sea material o afectiva, experimento dolor. Pero cuando a causa de esa pérdida caigo en una situación de abatimiento moral en la que no soy capaz de ver más allá de mi dolor y me siento incapaz de superarlo y de pensar en nada más que no sea aquello que me causa dolor, entonces soy yo mismo quien convierte el dolor en sufrimiento. Creo que esto podría ser parte de lo que quiso expresar Buda en su afirmación de que el sufrimiento es una elección. Ahora bien, no dijo que esta elección sea consciente, pues si lo fuera no podría ser explicada dentro de los márgenes de lo razonable.

Tomar conciencia de nuestra propia actitud ante el dolor es por tanto de gran importancia, pues de otro modo cualquier acontecimiento o circunstancia que nos afecte más de lo esperado o deseado puede conducirnos al sufrimiento. Y una vez en él no es fácil escapar.

En esa tarea de vivir siendo conscientes hay un pequeño truco que puede ayudarnos. Este truco consiste en pensar que el alma es en su estado natural como un niño que duerme plácidamente lejos de toda inquietud, y tratar de evitar todo aquello que pueda perturbar su sueño. Este pensamiento puede ayudarnos a tomar conciencia y atajar todos aquellos sentimientos y pensamientos perturbadores, que son como molestos ruidos que amenazan con despertar al niño que duerme. Pero si el niño ya está despierto y llora desconsoladamente, intenta igualmente crear para él un entorno de paz y tranquilidad (fatigar el cuerpo también puede ayudar) y verás como pronto volverá el sueño a sus ojos.

Parece oportuno terminar  con el saludo budista: 

Paz y bien a todos los seres